En defensa de la Educación Pública

El sistema de Educación Pública y de Ciencia y Tecnología de nuestro país está en alerta roja. La educación pública, piedra angular de nuestra sociedad, se ve amenazada y las decisiones de Milei tienen efectos devastadores: pérdida de poder adquisitivo de los salarios, precarización laboral y pérdida de empleos, interrupciones en las clases en todos los niveles, líneas de investigación desfinanciadas y detenidas, disminución de la matrícula, obras paralizadas, becas canceladas o reducidas y equipamiento en incertidumbre.

Uno de los “consensos básicos” que en términos históricos podemos destacar como país es el paradigma de educación pública fuertemente inclusiva y abierta, capaz de elevar los niveles de formación de la ciudadanía. Argentina se destaca en la región por sus logros en alfabetización, por sus escuelas iniciales, primarias y secundarias gratuitas y obligatorias, por el acceso universal a la educación y logró (no sin problemas) un sistema federal que construyó identidad nacional y una base para el desarrollo de en diferentes áreas del conocimiento superior, es decir, la construcción de un sistema de ciencia y tecnología. La amplia red de universidades permite la democratización del acceso a la educación superior; algunas universidades han logrado prestigio internacional y se posicionan entre las mejores de Latinoamérica y del mundo. Se trata de un sistema educativo mixto, con instituciones públicas y privadas, la gratuidad y la excelencia de las públicas regulan los aranceles y mejoran las propuestas académicas de las privadas, que comparten docentes e investigadores en un ecosistema complejo con enormes virtudes. Un modelo que enfatiza las capacidades de las personas; un sistema de base humanista como pilar de un consenso básico que se fue construyendo desde los albores de la Patria y donde abrevaban diversas corrientes doctrinarias y modelos de Estado y sociedad.

Sabemos que los logros de nuestro sistema no son homogéneos y que existen desigualdades en el acceso a la educación especialmente entre los sectores más vulnerables de la población. Esta situación requiere profundizar el rol de las políticas públicas educativas y científicas, aumentar su financiamiento y elevar su jerarquía institucional, sosteniendo la importancia de un Ministerio específico, no su liquidación!

Los problemas de desfinanciamiento y de salarios en caída no son nuevos: durante el gobierno de Macri esto se instaló de manera estructural y durante el posterior gobierno de Fernández la situación apenas pudo contenerse. Sin embargo en el escenario de Milei, los problemas se multiplican al infinito y la narrativa oficial instala por primera vez la noción de la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología como un gasto inútil y señala a sus trabajadores como responsables.

¿Cuál es el precio de una menor inversión en educación y ciencia? ¿Podemos permitirnos dejar de lado el compromiso histórico con una educación pública inclusiva y abierta, que ha elevado los niveles educativos generales de la población y construido una identidad nacional?

El sistema de educación y ciencia dio sus frutos: hemos logrado destacados avances científicos que demuestran la sólida base educativa y las líneas específicas en investigación y desarrollo. Argentina es el único país de Centro y Sudamérica que fue galardonado con cinco Premios Nobel que abarcan diversas disciplinas; ha desarrollado vacunas contra el cáncer, el Covid-19; argentinos han diseñado y puesto en órbita satélites de comunicaciones; han construido reactores nucleares de última generación y los exporta; generan suministros nacionales de radioisótopos esenciales para la medicina. Próximamente, inaugurarán un laboratorio de terapia de protones único en el hemisferio sur; en el ámbito astronómico, científicos argentinos lideran un proyecto multinacional para instalar el radiotelescopio QUBIC en la Puna salteña a 5000 metros de altura que explorará los primeros milisegundos del universo después del Big Bang.

Argentina ocupa el décimo lugar en número de empresas de biotecnología e impulsa avances significativos en medicina y agricultura; la ingeniería genética financiada con fondos públicos desarrolló variantes genéticas de trigo resistentes a la sequía lo que amplió las fronteras de los cultivos esenciales. La ciencia puesta al servicio de la Memoria, la Verdad y la Justicia construyó modelos de análisis antropológicos y de ADN para reconstruir identidades para reconstruir la historia de nuestro país y proyectar respuestas análogas en otros. Argentina está en la Antártida desde 1904; desarrolló estudios específicos y lleva la delantera por más de cuarenta años al resto de los países que hoy tienen reclamos territoriales. Argentinos sobresalen en geología, paleontología, bioquímica, biología molecular, inmunología, ecología, física, arqueología y estudios medioambientales, atmosféricos y sociales. El potencial científico y tecnológico ofrece una sólida base para futuros avances con la voluntad política adecuada.

¿Deberíamos menospreciar el papel fundamental de quienes contribuyen al sistema de ciencia y técnica, cuando el CONICET se destaca internacionalmente?

Se insiste en desvirtuar el rol de docentes e investigadores, se banalizan sus tareas y responsabilidades y se resta mérito a un sistema de ciencia y técnica que por sexto año consecutivo, puede exhibir al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) como la mejor institución científica gubernamental de América Latina (según el Scimago Institutions Ranking que evalúa el desempeño de instituciones de investigación). el CONICET quedó 15° en el mundo dejando atrás nada menos que a la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) que se ubicó en la 23ª posición.

Las creencias sobre las que se apoyan las posturas del gobierno nacional carecen no sólo de sentido común sino que adolecen de empiria a nivel global: la educación y la ciencia se consideran algunos de los pocos factores determinantes para las actuales concepciones de soberanía y justicia social.

Desarticular el sistema educativo de su comunidad apunta a trasladar a manos de las empresas globales las líneas más rentables del desarrollo desconociendo que la condición de posibilidad de nuestro modelo nacional de ciencia y tecnología implica una amplia inclusión educativa en todos los niveles y su articulación indelegable con un proyecto de país soberano.

Vale la pena repasar la carta que recientemente 68 premios Nobel hicieron llegar Milei, comentando la grave situación de desfinanciamiento del sistema de educación e investigación: “vemos los muchos avances notables que han llegado a Argentina a través de la historia y la tradición de la ciencia y la tecnología argentinas. ¿Dónde estaría Argentina -y el mundo- sin esta rica e importante historia?”. Y continúa el texto: “devaluar y/o cancelar la ciencia argentina ahora sería un grave error. El mundo tiene muchos problemas, y cualquier economía moderna como la argentina debe ser capaz tanto de generar nuevas tecnologías enfocadas a problemas locales como de aplicar tecnologías generadas por otros en un nuevo contexto local para resolver problemas locales. Creemos en el ideal de que los países que invierten en nueva ciencia compartirán sus tecnologías y sus beneficios, pero seríamos ingenuos si no comprendiéramos que cualquier país que dependa únicamente de este espíritu comunitario perderá rápidamente su independencia económica”.

La carta también define: “algunas cuestiones, oportunidades y soluciones son globales, y quizá depender de los conocimientos y esfuerzos de otros puede funcionar en esos casos. Pero muchas cuestiones, oportunidades y soluciones son locales, regionales o nacionales, y no debe esperarse que las inversiones y los inversores de otras naciones aporten los conocimientos y recursos necesarios para abordar esas cuestiones. Sin una infraestructura para la ciencia, un país desciende a la indefensión y la vulnerabilidad. Sin desarrollar su propia tecnología para avanzar ni capacitar a las personas o desarrollar la infraestructura necesaria para el conocimiento científico y tecnológico de otros a los problemas regionales, nacionales y locales, ¿en qué situación quedaría Argentina?”.

La educación, la cultura, la ciencia y la tecnología son pilares para el desarrollo y la soberanía. Defender la educación pública es abogar por la justicia educativa, la soberanía científica y la democracia. La educación no es un gasto, es una inversión que se traduce en crecimiento económico, cultural y bienestar para la nación.

¡La educación pública no es un privilegio, es un derecho fundamental y condición de posibilidad de un país soberano!

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